Newton pensó que la manzana cae a la tierra atraída por la misma fuerza que impide a los planetas abandonar la órbita de su estrella: la fuerza de atracción. Es esta fuerza también la que hace que el planeta ralentice su velocidad al alejarse de su estrella y la acelere al acercarse a ella durante el curso de su órbita elíptica.
El concepto de «Fuerza» de atracción se mantuvo (quién iba a discutir aquello, si Newton había convencido a toda Europa) hasta que en el Siglo XX Einstein tuvo la osadía de afirmar que la gravedad no es una fuerza, sino una curvatura del espacio. La masa del sol curva el espacio en el que se halla y esa curvatura hace que los planetas que caen en ella queden atrapados como quedaría atrapada una bolita que da vueltas en el espacio curvado de una ruleta. Los planetas no se detienen (mientras que la bolita de la ruleta sí) en su girar porque el espacio para Einstein es perfectamente simétrico y no existe un rozamiento que ralentice progresivamente el movimiento.
El cambio de concepción de la gravedad de Einstein supone el paso de algo tan misterioso como la «fuerza», a algo tan lógico, sencillo y racional como la «curvatura» de un espacio. La gravedad ya no es entonces una fuerza sino una pura geometría.
Pero el concepto de «Fuerza» continúa estando presente en el imaginario de las mujeres y los hombres de hoy en día… el amor es «la fuerza» que mueve al universo, decimos a veces… porque la geometría no parece algo tan fascinante como la fuerza… ni tan poético… ni tan efectivo… ni tan místico… ¿qué sino la fuerza podría hacer que el maestro Yoda alzase una nave sumergida en las profundidades de un agua pantanosa, una fuerza capaz de vencer a la gravedad misma?…
«You must feel the force around you, here, between you, me, the tree, the rock, every where… yes».
En la próxima entrada seguiremos hablando de fuerza… y geometría…