Física para gente de Letras. Parte I.
Me gustaría hacer un resumen de lo que llevo escrito en este blog, pensando sobre todo en las personas que se consideran así mismas “de letras” y que nunca han entendido nada sobre “ciencias”. He de advertir a los demás lectores que la ciencia no va a salir muy bien parada en este texto. Y no es que yo esté en contra de la ciencia en sí misma, es sólo que estoy en contra de la irracionalidad.
La Ciencia es enormemente compleja. Esto ya lo sabemos. La buena noticia es que, en cambio, la Naturaleza es infinitamente sencilla y se deja conocer a través de esa pequeña luz que todas las personas tenemos, a la que llamamos razón. ¿Qué alegría, ¿no? Pues sí… para algunos sí, pero para otros igual no tanto…
Hay algunas ideas que querría sugeriros antes de contaros lo que yo entiendo por física. Porque el objeto de estos artículos que voy a escribir o reescribir es que os deis cuenta de que vosotras y vosotros podéis pensar en física por vuestros propios medios y hacer vuestras propias teorías. Estoy convencido de que estáis en una posición mejor para entender la Naturaleza que los físicos que han tenido que meter en su cabeza, sin ningún espíritu crítico o teniendo que acallárselo, ideas que son inaceptables para la razón.
Nuestros físicos están perdidos en un enorme laberinto de teorías que han maniatado su razón, y dan vueltas y vueltas alrededor de la misma planta de una pequeña torre de Babel sin saber que llaman a las mismas realidades con un número incontable de nombres distintos.
El uso apabullante de las matemáticas como el lenguaje más adecuado, muchos piensan que el único, para describir y conocer la naturaleza es una perversión. Nuestros físicos se están valiendo de la abstracción matemática para, a base de cada vez mayores artificios, salvar las grandes inconsistencias y limitaciones de los modelos que la ciencia moderna ha venido ideando durante los últimos cinco siglos.
Las matemáticas, en cuanto lenguaje sencillo que describe simetrías, son entendibles por todas las personas. Todos sabemos lo que es simétrico y lo que no, lo que está arriba y lo que está abajo, a la derecha o a la izquierda, y sabemos lo que es más y lo que es menos, lo que aumenta y lo que disminuye. Y no se necesita más. Las interminables ecuaciones de nuestros físicos, y las arbitrariedades que manejan continuamente en sus más simples fórmulas sin plantearse si quiera su significado real, como aceptando que la Naturaleza estuviera hecha a base de caprichos, son la muestra evidente de lo deficiente de sus modelos teóricos.
Por ello, si tratáis de entender algo sobre física y veis que la explicación contiene una gran ecuación, o una pequeña que tampoco se entiende, no digo ya páginas y páginas de ecuaciones que también las hay, en vez de pensar que no hay quien entienda nada, como es normal pensar, deberías daros cuenta que os están explicando algo que es incorrecto. Y que quien lo explica tampoco lo entiende, pero está acostumbrado a manejarse con abstracciones carentes de significado concreto y le da un poco igual no entender por qué se usa un número u otro o por qué menos por menos es igual a más. “Es así y punto”, que diría más de uno.
Richard Feynman, uno de los físicos más “prestigiosos” de EEUU, entrecomillo lo de prestigiosos porque el prestigio en la ciencia, premios Nóbeles incluídos, debería ser considerado hoy más como motivo de sospecha que de otra cosa, afirmaba en un ciclo de conferencias que dio para explicar a un público no especializado la mecánica cuántica – el modelo atómico que se admite actualmente – que no esperaran entender lo que les iba a contar, porque los mismos alumnos de física tampoco lo entendían. De hecho ni siquiera lo entendían los profesores que la explicaban… en realidad la mecánica cuántica, decía Feynman no la entendían ni los propios físicos que la habían ideado (entre los que se encontraba él mismo). Esto lo dijo a modo de broma, pero es una realidad literal. La ciencia ha creado un modelo que es ininteligible porque no es racional.
Nuestra ciencia, por increíble que parezca, ha renunciado a la razón y admite sin pestañear que la naturaleza es irracional. Y sólo es accesible por métodos matemático estadísticos porque está gobernada por el azar. Pero ¿qué es el azar?… A ellos les da lo mismo lo que sea el azar, o que el azar sea o no algo que exista, sus ecuaciones funcionan más o menos en base a ello, y los modelos prevalecen porque con ellos se está pudiendo manipular de alguna manera la realidad. Y ya con eso no hay más que hablar. No se dan cuenta de que lo importante no es lo que están pudiendo hacer sino todo lo que no se está pudiendo hacer con esos modelos, en especial comprender qué es la gravedad, cómo se unifica con el electromagnetismo, como controlarla sin gastar energía, sin quemar combustibles, o entender cuáles son los mecanismos que dan lugar a la división celular y a las mutaciones que nos enferman para ser capaces de modularlos.
La ciencia de hoy es puramente utilitarista. Y su feroz pragmatismo, que al tiempo que su motor es el propio techo que está marcando su límite, ha vuelto opaca la Naturaleza.
Como una religión de estrictas normas que sofoca al espíritu libre que busca sincero la experiencia trascendente de lo sagrado, la ciencia actual tiene mucho de dogma y de creencia. Nuestros científicos se asemejan a aquellos antiguos sacerdotes de las poderosas civilizaciones que formando una casta elitista y excluyente, inaccesible al ignorante pueblo, eran los portadores del conocimiento secreto del misterioso cosmos y se hallaban en contacto directo con los dioses.
Sabedores de esta situación y de su cada vez mayor distancia con la gente no especializada que ve incomprensible la ciencia actual, nuestros físicos se han esforzado mucho en los últimos años en tratar de aproximar la ciencia a la sociedad, y despojando a sus explicaciones del difícil lenguaje matemático han tratado de hacerlas comprensibles al público en general.
Sin embargo esta labor solo pueden hacerla con un deje de condescendencia, porque al fin y al cabo se trata de rebajar el excelso y sutilísimo lenguaje de las matemáticas manejadas por mentes brillantes especialmente dotadas para ello, al burdo lenguaje común y corriente, el de todos los días, de la gente normal que no alcanza a entender de otra manera.
Pero les es incómodo discutir con los neófitos a quienes quieren enseñar. Porque en cuanto que se rasca un poco en los modelos científicos actuales comienzan a aparecer agujeros y grietas en los cimientos que los sostienen, y se hace muy difícil dar cuenta razonada y justificada de ellos.
La única pregunta que necesitas para hacer física y que parecen haber olvidado nuestros científicos, es la misma que hacen las niñas y los niños de «¿por qué?… ¿por qué?… ¿por qué? para poder hallar las respuestas, es necesario primero haber sabido hacerse las preguntas.
Hasta otro día…